La decisión del gobernador Axel Kicillof de separar las elecciones bonaerenses de las nacionales no solo modificó el calendario político, también traerá un escenario inédito en el conteo de votos. Por primera vez desde 1946, la provincia de Buenos Aires aplicará de manera plena la ley 5.109, que regula los comicios locales y que hasta ahora había quedado relegada frente a la normativa nacional.
El cambio no es menor: la ley bonaerense no reconoce la categoría de voto nulo. Al momento de cerrar las urnas, las autoridades de mesa solo podrán clasificar los sufragios como afirmativos, en blanco o de identidad impugnada. Esto significa que cualquier boleta deteriorada, incompleta o no oficializada por la Junta Electoral pasará directamente a engrosar el casillero del voto en blanco, sin el filtro intermedio que hasta ahora ofrecía el Código Nacional.
El efecto práctico será un incremento en la proporción de votos blancos, mientras que los “nulos”, habituales en toda elección, desaparecerán del escrutinio provisorio. La discusión, en consecuencia, ya no se trasladará a la justicia electoral en etapas posteriores, sino que quedará planteada esa misma noche entre los fiscales partidarios que supervisen cada mesa.
Para los especialistas, la norma provincial refleja otra época. Aunque fue modificada en los noventa, su estructura responde a los estándares de mediados del siglo XX y no contempla muchas de las situaciones actuales en las que el votante intenta expresar su voluntad aun con una boleta irregular. De allí que partidos y frentes políticos se encuentren abocados a capacitar con urgencia a sus fiscales para defender cada sufragio desde el inicio del conteo.
Si bien la incidencia estadística de los votos nulos ha sido históricamente marginal —en 2023 apenas superaron los siete mil sobre más de cinco millones de electores—, su desaparición como categoría podría tensar los cierres reñidos, sobre todo en las intendencias donde un puñado de sufragios puede definir una banca o una jefatura comunal.
El desdoblamiento decidido por Kicillof, pensado inicialmente como una jugada política para despegar el debate bonaerense del escenario nacional, tendrá así un costado práctico que puede marcar la diferencia en distritos competitivos: el conteo se hará con reglas propias, distintas a las que la ciudadanía está acostumbrada a escuchar cada elección.