Desde que Argentina se introdujo en un marco socialista, con el pretexto de ayudar a quienes más necesitan, sólo se ha logrado tener más pobres en el país. Pero ello no sólo deriva de las políticas erróneas, sino de la misma sociedad que fue (y es) cómplice de tanto adoctrinamiento, empresarios prebendarios y sindicalistas que sólo se preocupan por sus propios intereses (aprovechándose de sus empleados).
Sin embargo, nadie se ha preguntado ¿Y la libertad de enseñar, de aprender, de comerciar, de publicar ideas por la prensa sin censura previa, de usar y disponer de su propiedad, y de trabajar? Y no estoy siendo imaginario, esto claramente lo encontramos en el artículo 14 de nuestra Constitución Nacional, ¡nuestra norma fundamental para vivir en armonía!
Por lo tanto, deberíamos plantearnos estas y otras tantas preguntas referidas a esa (tan olvidada) libertad.
Como primer punto, recordemos que el liberalismo es “el respeto irrestricto del proyecto de vida del prójimo”, basado en el principio de “no agresión”. De este modo, podemos deducir que la libertad misma consiste en “no limitar” los derechos de los demás.
Asimismo, en el ámbito empresarial, cuando hablamos de libertad, no nos referimos a injusticia social, opresión ni explotación (como tanto se habla, sólo porque un político lo dice). Contrariamente, la libertad empresarial alude a: ética, honestidad, valores morales, actos libres y no forzados. Es decir, el buen empresario (no el prebendario, amigo de la casta política) implora por ampliar sus beneficios, mejorar la vida de sus empleados, y brindar servicios de mejor calidad a un mejor precio.
Incluso, esto lo podemos observar en aquellos países más desarrollados, cuya organización social se apoya en las libertades de los individuos, la responsabilidad personal frente a sus actos, sin esperar nada del Estado y su “proteccionismo”. Y es así como verdaderamente prosperan.
Por otra parte, en el campo de la economía, la intervención estatal sólo ha provocado pobreza, desidia y menor riqueza para la sociedad. Esto fácilmente se puede comparar con otros países que poseen mayor libertad económica, y que con el tiempo fueron mejorando su economía y aumentando su PBI per cápita. ¿Ejemplos? Singapur, Suiza, Irlanda, Australia, Nueva Zelanda.
Aquí, el punto es claro: la intervención estatal y su control sólo empeoran la productividad, denotan mayor burocracia, más despilfarro de dinero y de recursos que la propia ciudadanía se ve forzada a “aportar”. No podemos obviar en este tema los (tantos e innecesarios) impuestos, que sólo dañan a la población, llevándola a la pobreza, e impidiendo que cree riqueza en libertad.
En este sentido, la historia demuestra que Argentina fue unos de los países más ricos en 1895, cuando se aplicaban los ideales del gran (y tan olvidado) Juan Bautista Alberdi. ¿Lo sabías?
Lamentablemente en la actualidad se han dejado de lado esos valores, somos una sociedad dividida, adoctrinada, que no tiene pensamiento crítico y no se anima a cuestionar lo que decide la casta política.
Sin embargo, esto puede cambiar realmente. Verdaderamente podemos regresar a esos ideales que promulgó Alberdi, con un tinte liberal, de riqueza para el país, y para que la sociedad misma salga de la pobreza.
Los puntos son claros: sólo basta leer nuestra Constitución Nacional, ¡la misma que proyectó el mismísimo Alberdi! ¿Tampoco sabías esto?
En el campo de la educación, es menester la libertad para enseñar, sin “bajadas de línea”, promoviendo el respeto por los derechos de los individuos y recalcando los deberes que tenemos como ciudadanos.
En el ámbito gubernamental, hay mucho por hacer. Desde reducir el aparato estatal al mínimo necesario, eliminando los trámites burocráticos, cerrando dependencias innecesarias, hasta, incluso, analizar la calidad de prestación de los “servicios públicos”. Aquí, quiero ser claro: esto no significa que habrá desempleo y pobreza, sino todo lo contrario. Al permitir que la iniciativa privada aumente, habrán más trabajadores, mayor productividad, mejores salarios, y mejores servicios a mejores precios. A tal punto que, con una mejor economía, las familias saldrán de la pobreza, podrán ahorrar (al disminuir impuestos) y vivir mejor.
En conclusión, la libertad ayuda a salir de la pobreza. Pero para ello, debemos cambiar muchas cosas, volver a los ideales de Alberdi, pensar a largo plazo (no solamente a 4 años electorales), respetar la vida, la propiedad y la libertad, dejar de lado tanto adoctrinamiento en el ámbito educativo, aplicar la ley de manera igualitaria para todos (art. 16 CN), y creer verdaderamente que el liberalismo (no el tan nombrado “neoliberalismo” por la casta política) puede hacer de Argentina un país mejor.
Braian Sosa. Abogado.